Parece claro que Ibiza es una de las mejores islas del Mediterráneo, y no sólo por sus playas o la fiesta casi perenne que le han dado fama mundial.
El 4 de diciembre de 1999, la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad al recinto fortificado de Ibiza, junto a otras riquezas de las Pitiusas como la necrópolis del Puig des Molins, el poblado fenicio de sa Caleta y las praderas de posidonia del Parque Natural de ses Salines.
Tuve la suerte de pasear por el interior de este recinto hace unos años, y cada vez que me acerco a Ibiza, aunque sea sin bajar del barco, me detengo a mirar este bonito espacio elevado sobre el puerto con nostalgia. En nuestra visita a Ibiza no podemos dejar de pasear por este recinto, conocido como “Dalt Vila”.
El recinto, que conserva el trazado original del siglo XVI, conviritó a Ibiza en una de las ciudades mejor defendidas del Mediterráneo. Fue en el siglo XVI cuando el rey Felipe II acordó construir una nueva muralla que rodeara la ciudad, y hoy queda como muestra de la arquitectura militar y de la estética del Renacimiento.
Recorrer las callejuelas inclinadas de este casco antiguo hasta llegar a la parte más elevada de Dalt Vila y asomarse por los baluartes nos llevará a contemplar las mejores vistas sobre la bahía y la ciudad.
Podremos ver la playa de En Bossa, ses Salines y la isla de Formentera. No hay que perderse visitas como el antiguo convento de los dominicos, actualmente sede del Ayuntamiento de Ibiza. Tampoco la Catedral de Ibiza, iniciada en el siglo XIV y finalizada en el siglo XVIII o el Palacio Episcopal, residencia del Obispo.
El Museo Arqueológico, que se sitúa en el antiguo edificio de la Universidad, es otra interesante parada, así como el edificio los edificios militares situados en la parte más alta (la Real Curia, el Castillo, la torre del homenaje, la Almudaina, la casa del Gobernador…).
La plaza de sa Carrossa, el Museo de Arte Contemporáneo, la capilla de Sant Ciriac, el Seminario o l’Hospitalet, antigua iglesia reconvertida en sala de exposiciones, también nos esperan.
Pero Dalt Vila no sólo ofrece estos puntos de interés histórico y artístico: el ocio recorre sus calles en forma de bares y restaurantes. Al caer la noche desfilan llamativos reclamos, drag queens, travestidos y esculturales cuerpos semidesnudos de chicos y chicas para atraer clientela a los pubs y discotecas.
Por la noche, la música invade las callejuelas y la animación alcanza a prácticamente todos sus rincones, y aunque aquí no encontraremos grandes discotecas, podemos elegir alguno de los bares o pubs de la zona para bailar hasta que el cuerpo aguante.
Para las compras también nos podemos perder por este casco antiguo, con sus tiendas de artesanía, de ropa o de arte. Hasta podemos alojarnos en algún pequeño hotel de esta zona.
En cualquier caso, de noche o de día, para pasear, para comer, para bailar, para comprar, seguro que querremos volver a este lugar tan especial de Ibiza. Caminaremos entre los edificios asomados al puerto que alternan el típico blanco ibicenco con otros colores más llamativos y que dan la bienvenida a todo el que llega a Ibiza.